La gestión cultural en tiempos de crisis

Artículo para CR Actualidad

La gestión cultural y la persona gestora cultural

Definir qué es la gestión cultural suele ser tema complejo al tomar en cuenta que la delimitación conceptual de la cultura per se puede ser bastante abstracta y directamente relacionada con el contexto inmediato. Podemos ver diferencia de ello en el término en inglés para esta profesión, arts management y no cultural management, con lo cual se puede percibir que, para los países de habla inglesa, la definición de cultura está principalmente centrada en las expresiones artísticas, mientras que en Iberoamérica puede ser un término más amplio.

Sin embargo, si nos vamos a términos prácticos, gestión cultural se refiere a la gestión, gerencia, administración, dirección, planificación, organización de la cultura y sus expresiones, ya sean artísticas o culturales más allá del arte.

La figura formal de la persona dedicada a la gestión cultural empezó a manifestarse al final de los años 70s y a desarrollarse en los 80s a partir de la necesidad del establecimiento de políticas culturales y una mayor definición de éstas, en España. Sin embargo, como todas las profesiones, que se desempeñan por largos periodos antes de ser reconocidas formalmente como una profesión y antes de ser academizadas por la educación formal, la esta profesión existe desde las expresiones artísticas y culturales comenzaron a ser administradas de alguna manera. Es ingenuo pensar que los grandes espectáculos romanos o el desarrollo de la pintura en la dinastía Tang se hayan dado sin personas a cargo de la gestión cultural.

Entendiendo este contexto del nacimiento de la práctica y su proceso de formalización y conociendo que en Costa Rica no es sino hasta este próximo año que habrá graduados oficiales de la gestión cultural, se puede ver que la profesión nace de las presiones y necesidades sociales de una figura formal que administre la cultura. Esto, en un entendimiento de que los bienes y servicios culturales tienen valores intangibles diferentes a otro tipo de bienes y servicios, y por tanto requieren una sensibilidad mayor ante las expresiones artísticas.

Por ello es común encontrar que los gestores culturales suelen ser artistas que, a partir de fortalezas en habilidades relativas a la organización, planificación, dirección y coordinación, renunciar de manera parcial o total a su rol de creador para dedicarse a gestionar. O en su defecto, personas del ámbito administración, mercadeo, producción y negocios que, a partir de su sensibilidad y expreso gusto por las artes, se involucran en procesos de gestión de expresiones culturales.

Con esto se destaca que afinidades y habilidades importantes en esta profesión son aquéllas que permitan a una persona, enfrentar profesionalmente los retos de la administración, pero con contenidos y creadores culturales, de los cuales se conoce que tienen alto potencial para ser herramientas de transformación social. No obstante, si bien existe una base de general de aptitudes necesarias relacionadas con la parte administrativa, la complejidad de la delimitación y definición de las artes y la cultura implican diferencias en la gestión cultural según la disciplina artística y/o temáticas que se involucren, con lo cual existen muchos tipos profesionales en gestión cultural. La gestión difiere en cada tipo de expresión cultural, casi tanto como difieren las expresiones culturales entre ellas.

Retos en la gestión cultural a partir de la pandemia COVID19

En la coyuntura actual global, la gestión cultural se enfrenta a retos, desde su ámbito público, así como desde sus práctica independiente privada. Las dificultades han sido diferentes en cada una.

Desde lo institucional, el mayor reto ha sido la transformación rápida y reactiva al contexto para poder responder a las medidas sanitarias y al consecuente acentuamiento de las necesidades económicas, y, por ende, presiones de los artistas. Aquellas entidades públicas que han mantenido una dirección y cultura organizacional proactivas, horizontales y enfocadas en los derechos humanos, así como los valores que las fundan, se pueden enfrentar con mayor facilidad a la transformación de los procesos. De esta manera, estas instituciones tienen una ventaja en poder seguir sirviendo a la escena cultural sin pausa, adaptando las líneas estratégicas y considerando las expectativas y necesidades contextuales, por encima de los elefantes blancos con burocracias, funciones y procesos inamovibles. A estos últimos, a quienes la pandemia deja en evidencia, se enfrentan no sólo a los retos propios de la crisis, sino también de recuperación de una imagen pública positiva.

Desde lo privado, lo más difícil ha sido enfrentarse a un altísimo contexto de virtualización en el que el nivel de competencia por los públicos es mucho más alto que en situaciones regulares. Es difícil tratar de captar el interés y la atención de las personas cuando 1) la cantidad de información a la que exponen aumentó radicalmente, 2) todo es virtual y 3) hay un tema de interés mucho mayor que opaca cualquier mensaje y contenido artístico que no esté relacionado con la pandemia. Con ello, se vuelve difícil tratar de satisfacer públicos y aliados en un contexto con gran cantidad de oferta de contenidos culturales en el que la democratización tecnológica ecualiza los canales de acceso a los públicos y en el que todos están prestando atención a una emergencia de salud. Asimismo, se dificulta sostener iniciativas independientes o privadas cuyos contenidos no hagan énfasis en una responsabilidad social corporativa.

Ambos contextos, sin mencionar los retos relacionados a presupuesto que per se siempre han existido, pero que con la pandemia se han profundizado.

La gestión cultural y la virtualidad

En este contexto, la virtualización ha sido la mejor manera para seguir realizando proyectos. No hay otro método que haga uso eficiente de recursos y que pueda acatar al 100% el seguimiento de las medidas sanitarias. Iniciativas que involucren presencialidad, si bien se pueden manejar en grupos pequeños, probablemente estén utilizando más recursos por cada persona del público, que las iniciativas virtuales, con lo cual son esfuerzos muy caros en términos inversión por público.

Sin embargo, sería incorrecto pensar que la virtualización es tema nuevo en la gestión cultural; la mayoría del trabajo en este ámbito se realiza en la pre-producción y post-producción de una activación, las cuales nunca han sido obligatoriamente presenciales. Lo que ha cambiado es la ejecución in situ de los proyectos, es decir, las puestas en escena, y la dinámica de las reuniones con personas. Esto ha marcado una importante brecha entre las personas que desde antes ya manejaban herramientas de trabajo a distancia versus aquéllas que gestionaban todo desde lo presencial.

Además de los formatos de ejecución, la estrategia ha variado en torno a los canales de comunicación y las necesidades surgidas de los públicos y aliados. Con ello, los objetivos se mantienen, pero la forma y los medios de alcanzarlos han tenido que adaptarse a un contexto que exige una prioridad por la responsabilidad social y una obligatoria virtualización.

Algunas de las activaciones culturales que han podido seguirse ejecutando por su capacidad de transformación a lo virtual han sido las exposiciones, conciertos, funciones de artes escénicas, residencias artísticas, conversatorios, talleres, visitas de estudios, otros tipos de sesiones de mediación artística y cultural. Asimismo, las actividades de fortalecimiento de comunicaciones que se realizaban desde antes ya de manera virtual, cobraron mayor importancia al anularse las vías presenciales, por ejemplo, afiliación a galerías web, construcción de websites, mejoramiento de plataformas digitales, desarrollo de estrategias de redes sociales.

La gestión cultural post COVID19

Si se tuviera que pensar en un escenario para la gestión cultural post-pandemia, la innovación juega un papel muy importante, sin embargo, el mismo que ha jugado en situaciones normales. La innovación siempre ha sido imprescindible para mantener satisfechas aquellas necesidades que los públicos y aliados aún desconocen. Los canales de comunicación y ejecución cambian, lo que las personas exigen cambia, el contexto cambia, y por naturaleza la innovación se trata de estar atento y responsivo hacia los cambios.

Con ello, tampoco se puede creer que las nuevas formas de promover la cultura se vuelvan la norma para el futuro. No hay nada que llegue para quedarse. Así como en este momento el COVID19 cambió el contexto de la gestión y, como es un hecho que otros hitos históricos mundiales (guerras, otras pandemias, crisis económicas, etc.) también lo cambiaron en su momento, en el futuro habrá otras situaciones que también ameriten un cambio; como ejemplo de ello, la realidad virtual, la digitalización completa, cuestiones relacionadas a control de la información, nuevas tecnologías, etc. No hay nada en torno a ningún tipo de gestión que deba quedarse para siempre. Eso iría en contra de la adaptación de procesos, incluyendo los de la promoción de la cultura.

Así, se vuelve importante -o se recuerda la importancia- hacer un autoanálisis y prestar atención a aquellas prácticas valiosas para mantener a flote la gestión cultural, tal cual cualquier otra profesión, en cualquier tipo de industria o sector, en cualquier otra situación de crisis y/o de atención mundial: 1) no ser autocondescendiente, 2) escuchar, 3) adaptarse, 4) ser proactivo y 5) innovar.

Asimismo, profundizar en la cooperación interinstitucional, público y privada, institucional e independiente, con actores del gremio de tamaño grande, mediano y pequeño, permite llegar más lejos. Si bien, como dice el refrán que para caminar rápido, hay que caminar solo; para caminar lejos, hay que caminar juntos”.

No obstante, en específico con el COVID19 se reitera la necesidad de utilizar el arte y la cultura como vehículo para aportar a la situación sanitaria, creando consciencia y educando a las personas para que puedan ser todos actores positivos en esta lucha mundial sanitaria que, además de sanitaria, es una lucha educativa, cultural, social, política y económica, en la que las artes tienen, como lo usual, un papel de transformación de las sociedades y la humanidad.

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Las artistas mujeres de Latinoamérica frente al mundo del arte